María Sanz de Galdeano, 30 noviembre 2018
En esta revolución industrial, tecnológica y digital en la que estamos sumidos, las empresas avanzan en terrenos inciertos y muy rápidos. No les queda otra que estar introduciendo novedades constantemente para no descabalgarse de todo lo que está viniendo. Se habla mucho de tecnología, de la introducción de la robótica, inteligencia artificial, blockchain, etc., pero no tanto, sobre cómo realmente hacer frente a todos los cambios, porque esta transformación no sólo va de tecnología. Los cambios son mucho más profundos, ya que afectan a los propios modelos de negocio, es decir cómo la empresa resuelve las necesidades de sus clientes, creando valor mientras genera ingresos y gastos. Y para esto, las empresas deberían aspirar a convertirse en organizaciones ágiles innovadoras, flexibles, conectadas, colaborativas y abiertas adaptadas de forma continua a los cambios, utilizando para ello la tecnología. Según el estudio de “Madurez digital de las empresas” de INCIPY, las empresas que alcanzan esta madurez digital son sólo el 3,5% del total. Todavía un 40% de las empresas se encuentran en estados básicos de la implantación de la digitalización, es decir, tienen ciertas iniciativas digitales diferentes, independientes y dispersas.
Este estudio añade además que donde más queda por hacer para alcanzar dicha madurez es en tres ámbitos: Personas, Clientes y Modelo de Negocio. A mi modo de ver, además de las necesarias colaboraciones externas, tiene mucho que ver con una nueva cultura empresarial a instaurar, que no es otra que la de intraemprendimiento, una verdadera cultura emprendedora y de desarrollo de nuevos proyectos por personas con especial talento o intraemprendedores. Estas son aquellas personas que van a llevar a cabo la verdadera transformación digital y van a hacer crecer la compañía desde dentro de la empresa. Personas que, ante un problema encuentran oportunidades, que las convierten en ideas y éstas a su vez en soluciones a sus clientes a través de liderar nuevos proyectos. Sin embargo, en nuestro país, ya nos lo adelantaba el estudio GEM18, solo el 1,4% de los trabajadores por cuenta ajena son intraemprendedores, frente a una media europea de 5,1%.
Queda mucho por hacer por lo tanto en el seno de las empresas. Entre otras cosas, se debe crear un espacio adecuado, dotar de los recursos oportunos, implantar una cultura donde se puedan defender ideas, donde estas personas se encuentren seguras ante posibles errores, donde tengan cierta libertad de acción y se sientan escuchadas y apoyadas. Un rasgo distintivo de todas las personas emprendedoras, ya trabajen por cuenta ajena o por propia, es la curiosidad. Esta es la responsable, en definitiva, de todas las invenciones e innovaciones gracias a su impulso en la búsqueda de nuevas soluciones, información y experiencias. No conozco a nadie que haya emprendido algo de interés que no la tenga desarrollada en cierta medida. Ejemplos como Laurence Miqueleiz, el creador del Txoko Inglés, un espacio diferente donde practicar inglés junto a otros ejecutivos a través de una innovadora metodología. Me llama la atención siempre su curiosidad por entender a su alumnado y de conocerlo en profundidad para mejorar de manera constante su oferta de actividades. O como Ana Monreal, que el otro día nos explicaba, en una jornada sobre mujeres empresarias tecnológicas organizada por CEIN y la UPNa, cuándo conoció la realidad aumentada y cómo le interesó para su uso en la industria, creando la empresa IAR junto a sus dos socios.
Precisamente el último número de la Harvard Business Review trata, en su portada y artículo central, sobre la curiosidad y sus beneficios para las empresas y sus personas, así se producen menos errores en la toma de decisiones al buscar más alternativas de las habituales o, al menos, no sólo aquellas que confirmen los propios puntos de vista. El artículo incide, además, en que es una buena herramienta para enfrentarse a las situaciones de forma más creativa y menos estresante y agresiva. Estas personas curiosas suelen estar interesadas en las opiniones de las demás y esto hace que disminuyan los conflictos en su equipo y mejoren su rendimiento, aumente el compromiso, la satisfacción laboral, la motivación y la innovación, ingredientes básicos e indispensables para crear esa cultura emprendedora. Por esto es tan importante tener en la empresa este tipo de perfiles y tratar además de desarrollar esta conducta en el resto. Una manera sencilla para detectarlos es conocer si tienen intereses diversos fuera del aspecto laboral o incluso distante al mismo. Ya dentro del ambiente laboral, suelen ser personas que se interesan por otros aspectos y áreas de la empresa y suelen hacer y hacerse muchas preguntas.
Desarrollar la curiosidad es básico para la creatividad y la innovación de las personas y el primer paso para alcanzar una verdadera cultura intraemprendedora dentro de la empresa para acometer la necesaria transformación digital. Luego vendrán más pasos y etapas, pero esta es la primera a implantar porque está claro que la curiosidad no es suficiente, pero es necesaria. Así que, deberíamos empezar todos a preguntarnos si somos curiosos y cómo podemos hacer para aumentar nuestra curiosidad. Tal vez dedicar cierto tiempo a hacernos preguntas; sobre por qués, qué pasaría sí… cómo podríamos…. Tú te consideras una persona curiosa?
María Sanz de Galdeano, artículo publicado en Diario de Navarra el 30 noviembre 2018