María Sanz de Galdeano, 8 marzo 2019
Aida Loperena montaba en tractor desde pequeña, daba de comer a los animales de la granja familiar, era muy inquieta y siempre le rondaba la idea de montar su propio negocio, como hizo su padre. Su gran curiosidad por el mundo laboral le hizo comenzar a trabajar temprano mientras estudiaba Ingeniería, y lo hizo en bares, en cadenas de producción, en construcción, etc. Entre otros aprendizajes descubrió entusiasmada los procesos industriales, obtuvo experiencia laboral y una gran visión global de la empresa. Abrió una franquicia en Pamplona relacionada con las renovables que le llevó a conocer nuevas tecnologías, como el infrarrojo, con el que visualizó nuevas aplicaciones y su uso novedoso en granjas avícolas. Y de nuevo, se reinventó, cerró la franquicia para meterse de lleno en un nuevo reto, un proyecto ambicioso y con potencial de crecimiento junto a Gabriel Viscarret, emprendedor especializado en informática industrial, recogida y tratamiento de datos. Entre ambos complementaron la propuesta de valor del proyecto: un nuevo sistema de calefacción inteligente. Así crearon AVIR.
Aida siempre ha trabajado “en un mundo de hombres”, pero afirma que nunca ha notado diferencias. Transmite confianza, como cuando presentó recientemente su proyecto en la final del Premio Emprendedor XXI de la CAIXA. Lo atribuye a su educación basada en el trabajo, a la libertad que siempre tuvo y a su gran seguridad en el proyecto. “Nunca he creído en trabajos de chicas y trabajos de chicos”. “Si te lo crees, puedes llegar donde quieras” sentencia.
Iranzu Lamberto tenía una gran curiosidad por conocer el funcionamiento del cuerpo humano y decidió estudiar dos carreras a la vez: Biología y Bioquímica. Cuando las finalizó, y tras pasar una temporada viviendo en Londres, se fue a Alemania, donde con una beca Leonardo trabajó en un Centro de Investigación de cáncer. Volvió a la Universidad de Navarra donde se doctoró en Biología celular y molecular, en los peores años de la crisis, cuando la ciencia en este país daba muy pocas oportunidades. Así que, de nuevo, regresó a Alemania a hacer el postdoctorado al mismo centro anterior junto al Premio Nóbel, el Prof. Dr. Harald sur Hausen por su descubrimiento del rol del virus del papiloma humano en la aparición del cáncer de cérvix. Después de un tiempo decidió volver definitivamente a Navarra con cierto desencanto en la carrera investigadora. Tuvo la suerte de reencontrarse con Roberto Díez, doctor en microbiología y juntos, uniendo sus dos áreas, el área de Oncología y el de Microbiología, decidieron montar Ikan Biotech, empresa dedicada a terapias personalizadas contra el cáncer y que ha obtenido pese a su juventud, numerosos premios, como el de Premio Emprendedor XXI y el premio a la Mejor Empresa de España y a la Mejor en la modalidad de Biotecnología, otorgado por El Suplemento.
Sus padres, que son autónomos, le inculcaron la cultura del esfuerzo y siempre le animaron a que siguiera los pasos de su vocación. Una gran parte de las personas que terminan este tipo de carreras piensa en realizar sus investigaciones y tesis en instituciones y centros de investigación y pocas, como ella, deciden seguir su carrera profesional en una empresa, y menos en fundar una propia. Tal vez, gracias a haber creado Ikan Biotech, Iranzu trabaja en lo que le gusta, aplica sus muchos años de estudio y esfuerzo, y no ha perdido el foco ni la ilusión por curar el cáncer.
Aida e Iranzu, como muchas de nuestras emprendedoras en Ciencia y Tecnología, a pesar de sus diferencias tienen similitudes: poseen una gran vocación, se sintieron libres a la hora de elegir su camino, son curiosas e inquietas, sienten confianza y compromiso con su proyecto y se han sabido rodear de un equipo diverso y complementario.
Estos dos casos, instalados en los viveros de innovación de CEIN, desgraciadamente siguen siendo una excepción. En Navarra, a pesar de que las mujeres emprenden en la misma proporción que los hombres, lo hacen mayoritariamente en sector servicios y mucho menos en empresas científico-tecnológicas, debido en gran parte a la brecha que hay en el tipo de estudios que eligen. Este es un problema global y según la Professional Women’s Network, sólo el 17% de las startups tecnológicas y un 11% de las empresas con proyectos financiados en el programa europeo Horizonte 2020 han sido fundadas por mujeres.
El futuro es en gran medida científico y tecnológico, aunque lo más importante no es tanto la tecnología sino la ventaja competitiva que pueden generar sus diferentes aplicaciones. Las mujeres estamos perdiendo este tren y no nos lo podemos permitir como sociedad. Resultan imprescindibles más acciones de fomento de estas vocaciones, como la de la recién creada Cátedra “Mujer ciencia y tecnología” de la Universidad Pública de Navarra. Bienvenida sea.
María Sanz de Galdeano, artículo publicado en Diario de Navarra el 8 de marzo de 2019